
Solo su mirada hace temblar el cuerpo y sumergirse en el mundo de la ternura y comprensión, un beso de sus gastados labios me llevan a sus recuerdos apasionados donde varios hombres luchaban por ella.
Sus manos, ¡ay! su manos, secas en textura y suaves en la lucha; años de trabajo por su familia, gastando sus manos: restregando pisos y trastes, lavando ropa de extraños y ahogándose con el humo de la leña que cocinaba los suculentos alimentos que seis tiernos niños se llevarían a la boca.
Qué decir de su rostro, arrugado, marcado por la experiencia del pasar de los años, por la certeza de que todo lo aprendido en sus épocas no se volverá a repetir, pues su dulce voz anciana se encargará de hacerlo saber de generación en generación.
Aveces la miro y pienso que estará pensando, pues su mirada apunta el vacío por horas; imagino que recuerda su niñez o que está preocupada por algo en casa: por sus hijos, sus nietos o la tormentosa enfermedad que acaba con sus pulmones; enfermedad que a mí también me carcome, con la angustia de saber que puede pasar si no estoy en casa, si alguien no le pasa una vaso de agua o le coloca el nebulizador que unos dicen, le hace más daño, pero; en el que tengo la esperanza de que alivie el dolor de su garganta que no la deja respirar , y que hace pensar que lleva en el pecho una llave oxidad (y es que así se escucha, y es tormentoso).
Quiero poder sanarla, últimamente estoy rezando y tengo más fe de la que había perdido. No quiero que me deje sola, aunque haciendo mea culpa yo la deja sola horas de horas cuando preferí estar con mi amigos o trabajando, ahora me reprocho eso, y me alegro de no hacerlo ahora para que ella pueda sentir que la amo demasiado y que es la única luz que enciende mi corazón, que aunque no me escuche con precisión su sola caricia me alivie el dolor.
Necesito la mirada de mi abuela, quiero que me vea con título en mano, quiero que conozca a su nieta(o), hija que llegar en nueve meses del vientre de mi prima, que le dé un beso y la cargue en sus manos temblorosas y acogedoras.
La necesito y sé que ese ser supremo que nos vigila desde el cielo no permitirá que se vaya, no ahora, por favor no ahora, déjala conmigo más tiempo, prometo portarme bien, prometo, estar más tiempo con ella, pero no me la quites, no quiero ser egoísta pero aun necesito tener a mi costado.
Ella es mi abuela, mujer alegre y a veces seria, que con una mirada te acaricia y con una palabra que hace reaccionar; ella es Aurelia con la mirada que hace entumecer el alma.
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